La historia de Edith Cavell es una de esas que reconfortan y enorgullecen a las enfermeras. Cavell fue una de las tantas que pasaron a la historia por realizar actos heroicos. Nacida en 1865 en un pueblo inglés, trabajó como institutriz para varias familias y siendo joven se trasladó a Bruselas, en Bélgica, y retornó al poco tiempo para cuidar a su padre enfermo.
Entonces, se decidió a estudiar enfermería y se recibió a los 30 años de edad. Se puso a trabajar inmediatamente en un hospital londinense y en eso estaba cuando la tentaron para ser la jefa de enfermería del Instituto Berkendael, nuevamente en tierras belgas. Poco después, fue nombrada directora de L’École Belge d’Infirmières Diplômées, una prestigiosa escuela de enfermería.
En 1914 estalló la Primera Guerra Mundial en Europa y tanto el instituto como la escuela quedaron en manos de la Cruz Roja. Nadie supo que esa mujer que recorría los pasillos se había convertido en una agente del M16, el prestigioso servicio secreto británico. Alemania invadió Bélgica y tras la ocupación dio la orden de que todos «los heridos peligrosos o sospechosos» fueran sacados del hospital con rumbo a un destino incierto.
Edith Cavell dejó de lado sus actividades de espionaje y tomó una decisión que le costaría caro. Ayudó a cientos de soldados a escapar hacia los Países Bajos, que era país neutral, gracias a una red de evasión organizada por belgas y franceses y violando la ley marcial impuesta por los ocupantes.
Un espía alemán infiltrado descubrió la red de escape y logró la detención de numerosas personas, entre ellas Edith Cavell, la que fue arrestada en agosto de 1915 y encarcelada en la prisión de Saint-Gilles. El juicio al que Cavell fue sometida se realizó dos meses después de su captura y sentada en el banquillo aceptó los cargos en su contra. Tras pocos días de juicio, el martillo del juez golpeó el estrado, dictando para ella la pena de muerte.
Así, una de las pioneras de la enfermería moderna fue ejecutada a pesar de los pedidos de conmutación de la pena solicitados por diferentes países. Tenía tan solo 49 años de edad y mucho por hacer por el prójimo. Su cuerpo descansa en Londres y en su honor se erigieron varios monumentos recordatorios por toda Europa.
La voz y el espíritu de la enfermería nunca se ha detenido en épocas de crisis con son las guerras … se conocen colegas heroicas q han ofrendado su vida para salvar y sanar a los más golpeados con estos hechos …. nuevamente una guía a tener en cuenta en nuestro quehacer diario… saludos