Testimonio desde la primera línea de batalla contra el COVID-19

Foto de Glen Carrie en Unsplash
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Me queda un íntimo recuerdo de aquel día que por primera vez sentí miedo, mejor dicho “el miedo” que mis propios colegas me transmitierona través de su voz, de sus ojos, de su postura. En esos días, por única vez pude observar a las personas rendirse antes del juego. Y ese impulso fue mi primer contagio. El COVID-19 ya cumplía su misión, no sólo afectando al sistema inmune sino, además, desequilibrando todos nuestros sentidos y emociones.

El desconocimiento sobre algo que se acercaba generaba mucha ansiedad, angustia e incertidumbre. Creo que nunca nadie pensó estar en la primera línea de batalla, sabiendo que ponía en riesgo su propia vida y, aun más, la de su propia familia.

El quiebre fue tan grande que he escuchado a muchos cuestionarse el rol que cumplían, aquel rol que alguna vez fue un sueño tan anhelado.

En ese momento pude percibir todo el peso que se comenzaba a sostener, la preocupación de todos los sectores, incluidos jefes y compañeros.

Nos damos la mano porque juntos vamos a salir de ésta. Filip Filkovic Philatz en Unsplash

Grandes profesionales paralizados frente a lo invisible. Cómo contar que he visto quebrarse hasta las lágrimas a varios soldados de hierro de la salud diciendo “no quiero ser el próximo”, “en casa me espera mi hijo” o “tengo a mi mamá…”

Nos mirábamos entre todos con muchos interrogantes y tratando de contener una bomba de emociones humanas. Que, por supuesto, estalló.

Luego de tanto trabajo, reuniones, consensos y protocolos, la primera caída llegó y nos mostró la cara de una tormenta incontrolada, y nos encontró susceptibles con los ánimos débiles frustrados por no ser los héroes que todos esperábamos.

El bofetazo fue fuerte, un colega murió, y la niebla borraba la esperanza de salir juntos de ésta. Mas responsabilidades se sumaron, sostener un sistema de salud heredado no es nada fácil.

El bofetazo fue fuerte, un colega murió y la niebla borraba toda la esperanza de salir juntos de ésta.

También se sumaron a acompañarnos algunos nuevos refuerzos, quizás más asustados que nosotros, pero con una energía especial que yo ya no recordaba. Y le hicieron frente y nos mostraron que cada uno de nosotros todavía tiene mucho más para dar.

El tiempo transcurre, como siempre, la niebla no cesa, la tormenta no acaba, y la incertidumbre continúa fiel a su intención, no sabemos hasta cuándo. Pero me vuelvo a poner de pie, con mis compañeros estamos más fortalecidos que al comienzo, y tenemos una única certeza: vamos a seguir y a permanecer juntos.

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Licenciada Gisela López / MN 73704

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