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sábado, febrero 1, 2025
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Cuidados y culturas: cruces entre la enfermería y la antropología

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En medio de transformaciones y ritmos acelerados, algunas certezas permanecen: todos  los seres humanos –independientemente de la cultura, la clase social o la época histórica, experimentan la enfermedad y la muerte. En simultáneo, todas las configuraciones  culturales han dado lugar a distintos sistemas médicos de atención y cura de los  padecimientos. Ahora bien, las actitudes, saberes y prácticas con las que afrontamos los  problemas concernientes al campo de la salud-enfermedad suelen ser múltiples y no  siempre se presentan en los términos netos y discretos de las categorías que utiliza la  biomedicina (Cozzi y Nigris, 1996). 

Para sumar a esta caracterización, según la lógica colectiva de cuidados, los seres  humanos son inherente e intrínsecamente parte constitutiva de colectivos (Mol, 2008). La necesidad de ser cuidada/o es una condición afín a todos los seres humanos, no como  seres autónomos y siempre independientes, sino como seres que dependen del cuidado  mutuo para sobrevivir material y subjetivamente (Schwarz, 2020). 

Dentro de la enfermería, existen ciertas teorías que tradicionalmente contraponen la  noción de care en tanto cuidados que implican premura y atención con la de cure, que  envuelve la idea de curación e intervención material y/o tecnológica (Cozzi y Nigris, 1996). Siguiendo a Mol (2008), deberíamos preguntarnos si son en realidad nociones tan  contrarias. En este sentido, creemos relevante optar por una idea amplia de care/cuidados que incluya (y no contraponga) tanto a la gentileza, la ternura y la  dedicación como a la intervención tecnológica. Asimismo, en la practica diaria, care remite a una particular calidad en la relación con los y las pacientes –situándolos en el  centro del proceso de atención– y se encuentra estrechamente vinculado a la  vulnerabilidad como condición intrínseca de los seres humanos. 

En términos generales, podríamos decir también que el cuidado tiene que ver, en parte, con cómo dejarse afectar por el padecimiento del Otro y al mismo tiempo contener y  acompañar ese dolor, muchas veces, llevándolo a otra parte. Sin embargo, quedan resonando algunas preguntas: ¿adónde llevan el dolor los y las que acompañan?; ¿cómo  lo procesan?; ¿en que lo convierten y cómo lo hacen?; y en relación con el propósito de este texto, ¿qué puede aportar la mirada de la antropología a los cuidados en enfermería? 

Si pretendemos abordar los cruces entre enfermería y antropología (o entre cuidados y  culturas) es preciso partir de una aproximación holística del ser humano. Esto implica  concebir al/la paciente como persona global, un ser bio-psico social inmerso en un  contexto ambiental, social y cultural. Asimismo, dicho enfoque holístico implica entender  que las realidades que damos por sentadas, como las maneras de definir y categorizar la  enfermedad, se encuentran socialmente construidas dentro de los contextos culturales. 

Pero, ¿qué significa realmente que construimos la enfermedad socialmente?, ¿en qué  medida ese enfoque holístico puede hacerse un lugar en la práctica diaria? 

Si pretendemos abordar los cruces entre enfermería y antropología (o entre cuidados y  culturas) es preciso partir de una aproximación holística del ser humano. Esto implica  concebir al/la paciente como persona global, un ser bio-psico social inmerso en un  contexto ambiental, social y cultural.

En este punto, consideramos que la mirada antropológica puede contribuir, entre otras  cosas, a comprender los significados que el/la paciente, sus cuidadores/as le otorgan a la  enfermedad y nos adentra en su universo cultural, que no siempre coincide con el universo en el que nos encontramos inmersos como profesionales. El enfoque y método etnográfico tiene mucho para aportar en este sentido. 

En antropología decimos que cuando la enfermedad trasciende el espacio institucional sanitario y se sitúa en el contexto social y cultural más amplio del/la paciente a menudo  varía su significado. Los significados de la enfermedad, que son fruto del consenso  establecido por las particularidades de cada cultura (Fábrega, 1975), pueden ser tan  diversos y contradictorios como los actores que intervienen en el padecimiento. 

A partir de los años 60, se inaugura la antropología médica con los aportes de Fábrega y  durante los años siguientes se instala de forma progresiva en las discusiones socio antropológicas de la salud/enfermedad la distinción entre los términos illness, disease y  sickness, los cuales fueron utilizados para aludir a diferentes sentidos del término  “enfermedad”. Mientras la disease es el término utilizado principalmente por la  biomedicina para referir a anormalidades en la estructura o funciones de los órganos; la  illnessrefiere a las dimensiones culturales de la enfermedad en tanto experiencias vividas  por los sujetos. Por último, la sickness alude a las dimensiones sociales, esto es, al  resultado de ser definido socialmente como no saludable implicando la presencia de  ideologías o estigmas en torno a la enfermedad (Comelles y Martinez-Hernáez, 1993), el padecimiento y el malestar. La primera de estas acepciones se refiere a la enfermedad-objeto  (disease) a ser diagnosticada y  manipulada por la biomedicina; la segunda, el padecimiento, refiere a la enfermedad-sujeto (illness) como la  experiencia cultural, interpersonal y  subjetiva de la enfermedad; y por último,  el malestar (sickness) se encuentra reservado a la enfermedad-social y sus discursos  asociados (Fig.1) 

Figura 1. La enfermedad y sus significados. Fuente: Amezcua 2000

Asimismo, otra forma posible de categorizarla podría ser considerar que existe una  “enfermedad en tercera persona”, que refiere al conocimiento objetivo de la biomedicina  y de los valores que la sustentan y “una enfermedad en primera persona», que refiere al estudio de la subjetividad del/la enfermo/a la hora de enfermar. así como de la subjetividad del/la cuidador/a (Laplantine, 1999:19). ́como de la subjetividad del /la cuidador/a (Laplantine, 1999:19).  

Siguiendo a Amezcua (2000), la utilidad de complejizar y diferenciar el concepto de  enfermedad se convierte en determinante a la hora de configurar los diferentes espacios y tiempos de cuidado en el proceso de salud-enfermedad. Al emprender la búsqueda por  conocer los diferentes significados culturales que los sujetos otorgamos a la salud enfermedad, el cuidado en enfermería se orienta por comprender el particular punto de  vista de los y las pacientes y sus visiones sobre el proceso salud-enfermedad-atención (Cozzi y Nigris, 1996).  

A partir del uso de herramientas y técnicas de investigación etnográfica, pueden gestarse reflexiones antropológicas sobre el carácter cultural no sólo de las personas que están al  cuidado sino de los propios presupuestos implícitos de quienes cuidan; es decir, aquellas  cuestiones que en la práctica cotidiana se van incorporando a la rutina y se naturalizan. De esta manera, puede ser interesante conocer y reflexionar sobre la subcultura que el  personal de salud aprende, produce y reproduce, los diversos tipos de “saber-hacer” y  “modos de estar y de ser” inscriptos y recreados en los espacios de salud. 

A partir del uso de herramientas y técnicas de investigación etnográfica, pueden gestarse reflexiones antropológicas 

Por último, un interrogante queda resonando, inquieto: ¿en qué medida la cultura  científica biomédica nos dota de la suficiente sensibilidad para comprender las realidades propias y ajenas? El inscribir a la enfermería en un modelo que haga compatibles las  necesidades del paciente con su contexto cultural supone desarrollar no sólo habilidades profesionales específicas. Implica la adopción, a nivel institucional, de instrumentos de  evaluación flexibles y el incentivo del hábito de la reflexión colectiva, promovido  mediante la habilitación de espacios para la puesta en común de experiencias y/o la  elaboración de las mismas a través de lenguajes artísticos que incentiven la expresividad y reflexividad sobre las propias prácticas.  

Aceptarnos en nuestra fragilidad implica concebir al padecimiento y la necesidad de ser cuidados/as como inherentes a la condición humana. Reconocernos como parte de un colectivo y revestir el trabajo en salud de una mirada antropológica quizás pueda hacer  que tanto trabajadores/as de la salud como pacientes se sientan más contemplados/as e  incluidos/as en sus necesidades y, por lo tanto, más cuidados/as. 

Agustina Villarejo / Antropóloga (FFyL-UBA). Docente en la Licenciatura de Enfermería del IUHIBA y becaria doctoral (CONICET) en el Instituto de Investigaciones Gino Germani (FSOC-UBA), investigando temáticas  relacionadas a las experiencias de cuidados y toma de decisiones en el ámbito de las terapias intensivas en la  Ciudad de Buenos Aires.

Bibliografía  

-Amezcua, M. (2000) «Antropología de los cuidados. Enfermedad y padecimiento: significados del  enfermar para la práctica de los cuidados.», en Cultura de los cuidados. Año IV, n. 7 y 8 (1 y 2. semestre  2000). Pp. 60-67.  

-Comelles J y Martinez Hernáez, A. (1993) “De la antropología en la medicina a la antropología de la  medicina” en Comelles J y Martinez Hernáez, A. (1993) Enfermedad, Cultura y Sociedad. Un ensayo sobre  las relaciones entre la antropología social y la medicina, EUDEMA Universidad 

-Cozzi, D y Nigris, D. (1996) Gesti di cura. Elementi di metodologia della ricerca etnografica e di analisi  socioantropologica per il nursing (pp.1-45), Milano: Colibrì. (Traducción al español: Andrea Solans y  Mariana del Mármol) 

-Fábrega, H. (1975) The Need for an Ethnomedical Science. En Science, 89:969-973.  -Laplantine, F. (1999) Antropología de la enfermedad. Ediciones del Sol 

-Mol, A. (2008). The Logic of Care:Health and the Problem of Patient Choice. Oxon: Taylor & Francis. -Schwarz, P. (2020) «El autocuidado. Una interpelación al abordaje individual de la pandemia», en Boletín  del Grupo de Trabajo Luchas antipatriarcales, familias, géneros, diversidades y ciudadanía. CLACSO. 

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