“Llegamos la tarde del 11 de febrero de 2018 a la guardia del Hospital Italiano y nos encontramos con un diagnóstico inesperado: ACV por una malformación cerebral. Sí, mi hijo Matías de tan solo 23 años con ese cuadro. De inmediato escuché que lo mandaban a terapia intensiva y comencé a llorar.
¿Cómo dejarlo solo o entrar tan solo por un rato al día a verlo? Sentí una mano en mi hombro y las mejores palabras que pude escuchar en ese instante de tanto dolor: “Aquí, la terapia es abierta. Vas a poder estar con él las 24 horas, mimarlo, cuidarlo, atenderlo y ayudarlo”
Fue así como pasamos largos meses de lucha, operaciones, embolizaciones, drenajes, punciones, tomografías… pero juntos, muy juntos como familia.
Pasamos por trasplante y creo que por estudios en casi todas las habitaciones, conocimos monitores que aprendimos a manejar, respiradores que de solo escucharlos sabíamos si mi hijo tenía apneas, sondas nasogástricas… siempre acompañados de ángeles de la guarda como yo llamo a los enfermeros y médicos. Porque para ellos no fuimos un número más sino Matías y familia.
Maty estuvo mal, muy mal, y como madre recibí siempre ese abrazo, esa contención, el aliento continuo y un amor incondicional.
La mirada y la palabra sabia del Dr. Mateo Baccanelli, que en la primera noche me dijo que rezara, porque Dios a las mamás las escuchaba. Junto con él, los doctores Sebas, Fernando, Pedro, Sabri, Nicolás, Emily, Daniela y Peralta, San Román, que hoy se emociona cuando ve a mi hijo caminar por los pasillos, como si Terapia fuera su casa. Mi agradecimiento también a cada uno de los enfermeros; Anita, Nadia, Silvi, Lili, Luz, Inés. Y junto con este equipo, la familia, los amigos, con los que salimos a la cancha y ganamos el partido.
Gracias a todos, gracias a ese equipo, gracias Terapia Abierta porque sin ustedes no podríamos haberlo logrado.
Hoy Matías recorre el hospital abrazando a quien se le cruce y agradece… siempre agradece. Dios los bendiga, queridos ángeles de la guarda”
Analía, la mamá de Matías Valle.