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sábado, febrero 1, 2025
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Primera persona: relatos en tiempos de pandemia

Desde el 3 de marzo del corriente año, cuando se produjo el primer caso en la República Argentina de COVID-19, que ya estaba haciendo estragos en el resto del mundo

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Desde el 3 de marzo del corriente año, cuando se produjo el primer caso en la República Argentina de COVID-19, que ya estaba haciendo estragos en el resto del mundo, este virus, el cual era totalmente desconocido, se vino a quedar un tiempo con nosotros.

La terapia intensiva de adultos del Hospital Italiano de Buenos Aires, que era abierta, sin paredes, desde al año 2009, de a poco se volvió una terapia cerrada, donde en poco tiempo se fue acondicionando la estructura del servicio de acuerdo con la logística para poder trabajar lo más cómodos posible y con las medidas de protección adecuadas.

Antes, cuando se ingresaba a la terapia, los ventanales reflejaban los rayos del sol casi en su totalidad, pero hoy en día no es así. Hay paredes que dividen sectores, simulaciones de vidrio que dividen el office de enfermería, donde antes había contacto directo entre los compañeros y con familiares, o pacientes.

Quiero comentar esta situación porque es verdad que en estas épocas puede aflorar lo más miserable y lo mejor de cada uno: Miguel es un compañero del comedor de Sodexo que nos trae el refrigerio pero ahora sólo llega hasta la puerta de la terapia. En estos días yo estaba entregando medicación a mis compañeros que trabajan con los pacientes que tienen COVID-19 y Miguel me preguntó: ¿Vivi, no sabés quién está ahí adentro trabajando así le dejó las cosas para que merienden? Era algo extra de él, le salió de la parte más solidaria.

Hemos sufrido grandes cambios desde la parte social, ya no existe el saludo cordial con un beso, el apapacho con las personas que más afinidad tenés y querés; saber que siempre hay alguien que te va a contener con un fuerte abrazo, quizás no hacen falta palabras, pero la contención la tenías, hoy se hace difícil, sólo se realiza el saludo a la distancia, codo con codo, piecito con piecito.

Foto de Noah en Unsplash

En lo laboral, vaya si hay cambios: desde cómo recepcionar a un paciente con una patología diferente de esta, tomamos más distancia, con barbijos, antiparras, sólo lo que saben de nosotros los pacientes es el nombre y la profesión cuando nos presentamos, ya no existen esas miradas sin barreras; no es fácil trabajar así.

Cuando recibimos a un paciente con posible COVID-19, se encienden todas las alarmas de un paciente positivo hasta que se demuestre lo contrario. El equipo de salud que lo va a atender se coloca antiparras, barbijos N95, camisolín hidrorepelente, guantes cofia, botas de quirófano, máscara facial; pero detrás de todo ese equipo de protección se encuentra, por sobre todas las cosas, una persona con sentimientos, con familia, con emociones.

Lo que más impacta es la soledad de la terapia intensiva de adultos, desde los pacientes que no se encuentran acompañados por sus familiares, conteniéndolos, como era antes, o un ser querido al lado de su cama. Ahora cuando los pacientes con otras patologías extubados no pueden ver a su familiar, se despiertan y empiezan a hablar y están con el equipo de salud; es raro ver esto, estamos en la primera línea en todo sentido, porque estos pacientes no tienen COVID-19, pero por la cuarentena y para preservar la salud de los suyos no pueden estar en la terapia.

Cuánto miedo a lo desconocido también deben tener. La terapia está rara, yo la siento más fría, más distante, antes caminaba y veía en las habitaciones a los enfermos con sus familiares, hablando, contenidos, mirando una peli, escuchando música o simplemente estando, muchas veces los silencios dicen mucho… 

Los martes, las chicas de Arte en Salud entretenían a pacientes y familiares.

Los martes, de 15 a 17, aproximadamente, hacíamos una hermosa y productiva recorrida con el Equipo Arte en Salud, cuando los pacientes pasaban un momento diferente en su estadía en la terapia, con música, viajes, colores y mucha empatía. Mis compañeros les hablaban del equipo y muchos esperaban el día martes para conocerlos y vivir su primera experiencia con ellos. Eran momentos que nos dejaban mucho aprendizaje, muchas emociones, dolor, alegría, tristeza, pero casi siempre recuerdos que ni siquiera la propia familia sabían que ellos habían pasado o cosas que les gustaría realizar.

A mis compañeros los veía educando al familiar, a mi supervisora hablando con ellos, buscando siempre cambios para mejorar, muchas veces se veía a los pacientes caminando por la terapia, acompañados por un familiar o por su enfermera o enfermero. Era señal de que ya le faltaba poco para irse a piso o a su casa; hoy en día eso ya no está. Se preparó la hipercrítica sólo para pacientes con COVID-19, el equipo de salud que ingresa lo tiene que hacer de la siguiente manera: cofia, antiparras, barbijo N95, protector facial, camisolín hidrorRepelente, guantes y botas. A esto lo llamamos EPP (elementos de protección personal), por comentarios al principio sientes que te asfixias, luego se hace llevadero, “nunca cómodo”, pero sí se sienten bien protegidos. ¿Qué pensarán cuando entran? Ellos también tienen familia, hijos, padres, nietos, seres queridos que los esperan en la casa.

En nuestras caras se reflejan miedos, incertidumbres, solidaridad, compañerismo, un sinfín de emociones. Uno antes que ser profesional es una persona. 

¡Gracias compañeras y compañeros! Estamos haciendo historia. Otros sectores de la terapia se están modificando de a poco, se están cerrando islas con mamposterías, cada vez queda más oscura la terapia, ya no es la misma, pero es necesario para lo que se viene.

Otro lugar que cambió mucho es la “sala de espera” donde antes se encontraban los familiares de los pacientes internados, donde se veían caras de preocupados, algunos contentos porque tenían la posibilidad de verlos; hoy por la pandemia que estamos viviendo se encuentra vacía.

Yo me pregunto cómo estarán esas familias que no tienen la posibilidad de ver a sus familiares, de pasar un rato con ellos, para que la internación se haga más llevadera. Lo que puedo opinar, porque lo viví en carne propia, es que tener un ser querido y no poder verlo se hace muy angustiante, uno piensa un millón de cosas, imagina otras tantas, uno quiere estar al lado de su familiar aunque sea acompañándolo tanto en su recuperación como en su deceso.

En este espacio también aguardaban los familiares para que les den el informe médico, hoy en día se realiza por teléfono. Todos entendemos que es para protegernos unos a otros, pero duele. El deseo de todos es que pase esta pandemia lo más rápido posible. Ojalá que a todos nos deje una gran enseñanza.

Licenciada Viviana Arancibia

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